Palabras de cieno torturan
la memoria,
frágil en su lecho
de agua.
Hombres de ojos
grises
sin pudor y con mirada firme,
desafían
a los hijos desheredados
de tierra, de pan y de justicia.
Memoria tenaz y oculta,
forjada por ese amor
de tierra y silencio,
que va reconstruyendo voluntades
a pesar de tantos años de miedo.
Seres, hoy sin nombre,
que volverán al presente,
como cántaros rotos,
esperando de ese hueco,
en el corazón y la memoria que
siempre tuvieron y que siempre
notaron la ausencia del abrazo.
El pasado se pierde, se archiva
o se abandona
cuando en la conciencia se sonroja la
vergüenza.
Mi conciencia clama por aquellos
que se quedaron sin voz,
antes que la luz aventara la tierra de
humores.
En la memoria habita todo aquello,
que no se olvida:
el oprobio, la injusticia y el crimen.
El rencor no tiene cabida en la memoria,
se fue con la sal de las lágrimas.
Miles de nombres dejaron de ser
pronunciados,
pero sus rostros no fueron desdibujados
por el miedo.
Hombres de niebla pretenden aún tapiar
la memoria
con los cristales rotos de una larga
noche de invierno.
Por fin el silencio sucumbe.
Se atenúan las sombras por un sol
consciente,
que es patrimonio
de todos los hombres.
Rayos de luz clarifican la vieja
memoria,
encienden las miradas e inflaman
corazones,
sabiendo que no hay lugar para el
desengaño.
Ya no que queda desengaño en cada fosa,
en cada tapia,
sólo queda poner nombre a aquellos
que
en el olvido fueron sepultados.