Los gorriones cantan
en las
barras de los bares,
mendigando el alimento de la vida.
Viejos transeúntes recalan
en
el fondo,
donde el miedo se disfraza
y oculta soledades
y se hace
sueño.
Sin querer buscamos nuevos puertos
los náufragos de viejas islas.
Y el palmeral perdido
en los confines de mares,
sin nombre,
destila humores plagados de colores.
La sonrisa valerosa se dibuja.
El naufrago no tiene salvavidas,
sólo una mirada roja
y una voz cansada de amapola.
Quisiera llegar a esa playa,
aunque fuese asido a un mascarón de proa,
tumbarse en la arena húmeda,
que deja la bajamar
y ofrecer su cuerpo a los rayos de un sol
que dibuje la metamorfosis de azules
en un futuro perfecto.
La mirada se detiene,
ignorando los rincones de los sueños
y se aferra a los contornos del deseo.
Cantan los gorriones,
lanzan su canto de invierno
tras las abigarradas barras
de los bares.
Ildefonso
Gómez Sánchez.
Del poemario "Cuaderno de Bitácora" (C) (1994)
Del poemario "Cuaderno de Bitácora" (C) (1994)